domingo, 22 de febrero de 2009

SALAS XXX, PLACERES EN LA OSCURIDAD

Encuentros ocasionales, sexo por dinero y hasta orgías se esconden tras las cortinas de un teatro pornográfico. Lo que se vive en estos lugares puede superar fácilmente las proyecciones.

No todos los que van a una sala X, esas que sólo presentan cine porno, se conforman con ver.

Estos sitios, con la oscuridad como cómplice, son para muchos un espacio ideal para dar rienda suelta a las pasiones. En cualquier rincón el público pasa a ser protagonista, en escenas que nada tienen que envidiar a las que simultáneamente se ve en la pantalla.

La cinta que estén rodando poco importa, los gemidos y las explícitas imágenes, que en poco se diferencian entre título y título, son el mejor complemento para este ambiente de lujuria.

En Metro Cine, teatro ubicado en Bolívar, pocos pasos al norte de la avenida San Juan de Medellín, el tiquete al placer cuesta 3.500 pesos. Tras pasar el molinete de control, similar al de los buses, lo primero que se ve es una luz azulosa, en lo más alto de la escalera de acceso. Allí en un amplio salón, donde todo se ve de este color debido a las lámparas, funciona una cafetería donde por $ 5.800 puede comprar tres cervezas.

En este espacio, antesala del lugar de la proyección, hay dos mesas. En una de ellas dos figuras aparentemente femeninas por su vestuario y su larga cabellera, charlan como en secreto mientras observan a los que van llegando.

Al aproximarse a esta pareja, los rasgos toscos y el tono grueso de la voz evidencian el verdadero sexo de las interlocutoras. Son Viviana y Jennifer, dos travestis que se venden a quienes no se aguantan las ganas y quieren pasar de la contemplación a la práctica.

“La sala está casi vacía”, dice Jennifer de pelo negro y nariz huesuda, lo sabe porque “una tiene que estar siempre pendiente de cuantos nuevos entran para levantar clientes”. Ellas (como prefieren que las llamen) son una especie de acomodadoras en la impenetrable oscuridad de esta sala.

“Los ubicamos donde está medio desocupado y de paso les ofrecemos los servicios” dice Viviana, de unos 20 años, sonriendo con coquetería, jugueteando todo el tiempo con su pelo rojizo, enfundada en un diminuto conjunto rosado de minifalda y blusa. Los servicios van desde una masturbada, hasta una orgía o un show especial, “sin derecho a tocar” en el baño de damas, pasando por el sexo oral, el de mayor demanda. Las tarifas oscilan entre los $3.000 y los $25.000.

En medio de la conversación llega saludando con un gesto amanerado, un moreno que a simple vista ronda los 60 años, aunque trate de ocultar las canas con tintura. “Es la Estrella”, dice Jennifer, “una marica que viene a diario… es que las viejas solo levantan polvo en estos chuzos, y para colmo gratis”.

Es un punto de encuentro entre homosexuales, muchos entran solamente a buscar una pareja ocasional. Contactos que escapan a cualquier tipo de control de los administradores de estos establecimientos, comenta la taquillera del Metro Cine.

Lo mismo ocurre en el teatro Villanueva, también sobre Bolívar, a un par de cuadras del hotel Nutibara. Un empleado del sitio cuenta que las funciones con mayor asistencia son las de cine gay, “pero sin importar lo que estemos dando, siempre vienen”.

Aquí la entrada cuesta $ 4.000, sólo hay un travesti, por lo menos a la vista, pero el ambiente es más o menos el mismo. Ella también cumple la función de guía, se llama Yoli, “por Yolanda del Río, ‘La hija de nadie’”, aclara.

Cuenta que en el último nivel de este teatro de tres pisos es normal ver contactos íntimos entre los asistentes, “hay que poner cuidado para no tropezarse” dice. En el segundo se quedan los discípulos de Onán, dios de la autocomplacencia, y aquellos dispuestos a pagar, explica esta cincuentona que intenta ocultar sus patas de gallo tras un grueso pastel de maquillaje y unas gafas de sol que no se quita ni en medio de las tinieblas de la sala.

Es sábado, día en que las mujeres entran gratis. No entran muchas pero causan revuelo. En la penúltima fila del tercer nivel, muy cerca al proyector, un grupo de seis hombres rodean un par de sillas.

“Siempre vienen”, dice Yoli sin que nadie le haya preguntado, “es una pareja y la vieja se lo mama a todo el que quiera… claro que el man aprovecha para tocarlos”, relata sin pudor. “Debe ser una loca reprimida, como tantas de las que vienen” concluye antes de retirarse al ver la apertura de la cortina, señal del ingreso de un posible amor furtivo pues “a los que me gustan no les cobro”, o lo más seguro, de otro cliente como tantos.

Mientras todo esto sucede, afuera la vida continúa su curso normal, la congestión habitual del centro de la ciudad es la misma. Los transeúntes pasan desprevenidos, desconociendo el mundo tan distinto que existe a pocos pasos, en la atmósfera oscura de estos teatros que encierran otro universo.

6 comentarios:

  1. Viejo, hoy voy para el Sinfonía, otro teatro XXX en Medellín. De la visita saldrá una nota periodística. Gracias por esta visita previa tuya. No sabía que el asunto era tan hardcore.

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  2. Como es la direccion d estos teatros me gustaria conocer

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  3. me dan la direccion del teatro villnueva por favor? gracias

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  4. a mi me encanta hacar gang bang en los teatros!

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  5. no penze que era tan extremo yo penze que era zolo un cine bro pero graciaz por tu relato fue un buen blog

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  6. Esta nota es del año 2009
    En 2022 ya el Metro cine no existe y los teatros Villanueva y Sinfonía apenas subsisten,la pandemia cambió mucho
    Los encuentros sexuales todavía se producen pero ya van muy poquitos travestis a esos teatros

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