lunes, 27 de junio de 2011

¿Minería a cualquier costo?

Cuando el presidente Santos habla de la Minería, se refiere a esta actividad económica como una de las locomotoras encargadas de jalonar el desarrollo del país. Las excelentes proyecciones del sector bien le permiten emplear esta metáfora. Sin embargo el costo ambiental y social de la explotación minera queda erróneamente en segundo plano, opacado por los millones de dólares de las exportaciones, las regalías y las licencias a grandes multinacionales que extraen nuestros recursos.

Mucho revuelo ha causado entre los ambientalistas el caso del páramo de San Turbán (Santander) en donde la empresa canadiense Greystar fue autorizada para explotar los yacimientos de oro en la principal fuente de agua de la región, sin importar los efectos comprobados que los químicos empleados en la extracción del metal causan en el vital líquido.

Y esta es solo la punta del iceberg. En el territorio colombiano hay 8 millones y medio de hectáreas que cuentan con título de explotación minera, de estas 108.972 están situadas en 22 de los 34 páramos que hay en el país.

Un caso evidente del deterioro causado por la minería en Nariño es el que ha sufrido el ecosistema de Yacuanquer. Este municipio tradicionalmente agrícola, famoso por su trigo y su cebada, poco a poco se convirtió en un productor de arena. Los buenos rendimientos de esta actividad y hechos como el cierre de la planta de Bavaria en Pasto, principal comprador de la cebada, contribuyeron a que muchos dieran el salto de campesinos a mineros.

Del paisaje de hace unos años, que al contemplarlo traía a la mente la popular frase “Nariño tapiz de retazos”, queda poco. Muchas parcelas que antes estaban sembradas de maíz y papa o donde ondeaban las espigas a ritmo del viento hoy son terrenos agujereados. En aquellos lugares donde los mineros sacaron hasta el último grano de arena sólo quedan enormes socavones que ponen en riesgo la estabilidad del terreno y la seguridad de la gente que habita cerca. Esta situación fue reconocida por Corponariño, entidad que tras varios estudios y visitas a la zona emitió en 1.999 la resolución 155 “por medio de la cual se prohíbe las explotaciones mineras subterráneas en los municipios de Yacuanquer y Tangua”. Entre las razones argüidas por la Corporación ambiental para tomar esta decisión se destacan: “El considerable impacto negativo, generado por la inestabilidad del suelo y subsuelo”, “El deterioro morfológico y paisajístico en los sectores de explotación” y “el impacto negativo sobre el recurso agua, ocasionado por el arrastre de sedimentos hacia los diferentes cauces”.

Sin embargo, doce años después de expedida esta normativa las volquetas cargadas de arena siguen transitando por las veredas y las calles de Yacuanquer. Las excavaciones y nuevas minas son cosa de todos los días ante la mirada pasiva de la mayoría. Las autoridades no actúan de oficio, sólo lo hacen cuando alguien acude a entes como la Procuraduría Agraria o la Fiscalía, denunciando a los responsables por el delito de explotación ilícita de yacimientos mineros.

Por otra parte, como si el daño ambiental fuera poco, en las zonas en donde se concentra la producción minera se presenta de forma paralela un deterioro del orden público y un crecimiento en los índices de violación a los derechos humanos.

Según el último informe de la Consejería para los Derechos Humanos y el Desplazamiento –CODHES- cuando ocurren las llamadas “fiebres” mineras “pululan desde mineros artesanales hasta las multinacionales poderosas, y atraídos por la riqueza presente y futura, medran guerrillas, paramilitares, bandas criminales, funcionarios corruptos y otras yerbas”. “El deber del Estado es combatir toda forma de ilegalidad y proteger el medio ambiente”, concluye. (ver documento)

Dos municipios nariñenses: Barbacoas y Samaniego se incluyen en el informe como poblaciones en alto riesgo por este factor.

Capítulo aparte merecen otros aspectos oscuros como los 216 muertos que, según la Defensoría del Pueblo, dejó la explotación minera sin las medidas de seguridad debidas o el elevado número de menores que trabajan en las pesadas labores propias de la extracción de recursos minerales.

Bienvenido sea el desarrollo de la minería y el impulso que este sector pueda darle a la economía pero no a cualquier costo.

Un último apunte. Hace poco volvió la planta de Bavaria a Nariño, ojalá la gente de Yacuanquer vuelva a sembrar cereales. De lo contrario tendrán que cambiar el nombre a su equipo de fútbol de Trigalia a Los Areneros. Personalmente prefiero el primero.


@Tirso_Benavides en Twitter