lunes, 31 de marzo de 2014

FIEBRE DE ÁLBUM DEL MUNDIAL




Llega la fiebre mundialista y a la par, como una enfermedad colateral, viene la fiebre del álbum de Panini, la planilla en la que cada 4 años millones de aficionados alrededor del mundo coleccionan los rostros de los jugadores y llevan el registro de los resultados de la competencia más importante del balompié que en pocos días comenzará en Brasil y que pondrá al planeta a hablar de fútbol y no a pocos de las monas, los caramelos, los stickers, o como le digan en cada sitio a estas laminitas que al igual que el deporte mueven todo un negocio y una afición.

La edición dominical de El Tiempo venía acompañada hoy con un ejemplar del mentado álbum y en Pasto, a tempranas horas, este diario se había agotado. Algunos avivatos, que no faltan en la ciudad sorpresa, hicieron su agosto y vendieron el periódico “a 5 lukas”, quedándose con el excedente. Este repentino interés por la prensa entre la población pastusa es muestra del fervor que despierta el álbum y este fenómeno se repite, es viral, es ya una tradición y viéndolo bien cada ejemplar es mucho más que un vademécum de jugadores de fútbol, unos estrellas, otros no tan conocidos.

En mi caso, la relación con la planilla de Panini viene desde España 82, desde tiempos de Naranjito. A la edad de 7 años el fútbol no era realmente una de mis pasiones, no sabía mucho de los equipos ni conocía a los jugadores, aunque ahora no soy ningún experto. Mi mamá era la encargada de la adquisición, pegada, selección de repetidos e intercambio de caramelos. Tal vez por eso llenar esa planilla representa para mí un vínculo filial. Este año, por primera vez, quiero llenarla con mi hija Aurelia, quien, conociéndola como la conozco, pasará feliz de pegar stickers de la Princesita Sofía y la Doctora Juguetes a emocionarse junto al papá cuando al abrir los sobres hallemos escudos, estadios, equipos, la copa Mundo o a Fuleco, la mascota de Brasil 2014.

En casi todas las versiones las mascotas son de las láminas más difíciles, desde el Pique de México 86, el Ciao de Italia 90, pasando por los zoomorfos Strike y Footix de Estados Unidos y Francia en los noventa. Incluso esos tres bodrios indescifrables de Japón y Corea que fueron la imagen del primer mundial del siglo XXI y que los orientales bautizaron como Spheriks, creo que el armadillo brasilero no será la excepción como no lo fueron sus antecesores Goleo y Zakumi. Entre las láminas de los jugadores las cosas siempre varían, al igual que la bolsa de futbolistas en la vida real, aunque las cotizaciones no siempre concuerdan, en sólo dos días tengo repetido a Cristiano Ronaldo, a Messi y a Balotelli. Al final siempre hay láminas que en el mercado negro llegan a costar un buen fajo de billetes. Lo importante es que como en alguna época rezaba el eslogan de Panini, “siempre se llenan”.

Recuerdo que cuando era niño me causaba curiosidad ver los nombres de los países en varios idiomas, cómo diablos iba a imaginar que Hellas es Grecia, Nederland es Holanda o que Deutschland es Alemania. Gracias al álbum supe que había dos Alemanias y lamenté que no saliera una lámina de la cortina de hierro que las separaba pero que imaginaba gigante, por la propaganda gringa disfrazada de cine sabía que una era buena y una era mala, por esa misma razón veía con recelo el rostro de los jugadores de la URSS, el país de los malos, de los enemigos de Rocky y de Rambo.

A diferencia a lo que suele suceder en los estadios, la afición femenina representa un alto porcentaje cuando se trata de estas publicaciones futboleras. No es bueno generalizar pero a muchas no les apasiona mucho el deporte rey si no más bien los reyes de este deporte. En este aspecto los italianos, españoles y en general los equipos europeos encabezan el ranking, los asiáticos van a la cola, por nuestro continente sacan la cara los argentinos, los uruguayos y por supuesto los colombianos, las páginas de Panini se han engalanado con la belleza de Higuita, Leonel Álvarez y el “Pibe” Valderrama, cuyas melenas han hecho suspirar a más de una y por supuesto no se puede dejar atrás al “Tino” Asprilla que en este campo manda la parada junto a algunos jugadores africanos.

Esa es otra de las cosas que siempre me ha gustado del álbum del Mundial. Es un dechado de la diversidad de la raza humana, un recorrido por sus páginas es un recorrido por la multiplicidad de genotipos y fenotipos, de culturas que alberga la Tierra. Por otra parte, su evolución es un reflejo de la evolución del mundo, desde las pequeñas pero cómodas innovaciones como el empleo de autoadhesivo, hasta la inclusión de la internet y las redes sociales en la última edición, el álbum da testimonio de cómo avanza y cambia la forma de vida de la humanidad.

Llenar el álbum es una de esas pequeñas metas que traen grandes satisfacciones, ver que ya no hay recuadros en blanco es cruzar la línea de llegada, es recibir la recompensa de tener entre las manos un texto que recopila la historia de un gran evento, es en cierto modo una producción colectiva, fruto del esfuerzo del coleccionista.

Confieso que cuando no participa o eliminan a la selección Colombia, me inclino más a dejarme contagiar por la fiebre de Panini que por la del Mundial, no me canso de ojear el álbum una y otra vez, de leer y releer las pocas líneas de texto, de revisar los marcadores escritos a puño y letra. Espero que esta tradición no se pierda en mi familia y mi única heredera es mi hija Aurelia, así que espero que en unos años sea ella quien repase los álbumes de los futuros mundiales, así sea solamente para ver jugadores italianos.