domingo, 24 de mayo de 2015

LA DELGADA LÍNEA


Cuándo se bajó del lujoso BMW que la dejaba en la puerta de su casa se sentía plena. Acababa de acostarse con uno de los duros de la empresa. Era casado, pero no importaba, de alguna forma vería compensado ese polvo. Uno más, qué más da. Como cuando litigaba y se lo daba a magistrados 25 años más viejos que Ella, jurisconsultos que tras escuchar los alegatos de conclusión bajo las sábanas de algún motel fallaban a su favor sin importar los argumentos legales. La "justicia" manipulada por una experta en jugar con la arrechera de esos viejos a su favor. 

Desde su última separación su meta era formar un nuevo hogar con un buen marrano. Aseguraba contar con varios pretendientes, aunque en el fondo sabía que lo único que pretendían era comérsela. Nunca había podido formar un hogar a pesar de sus innumerables parejas. Con dos de ellos tuvo hijos, dos muchachitos  que veían como su mamá aún se creía una quinceañera a pesar andar pisando los 40.

Los hijos no entendían cuando la señora, que quería seguir actuando como señorita, les hablaba de la "liberación femenina", antes de encargarlos con la primera persona que podía encartar para irse en busca de la cabeza del nuevo "hogar". Varios de esos prospectos de padres amanecían al otro día de la salida en la casa, pasando guayabo en calzoncillos, se iban y nunca volvían. Unos pocos regresaban y buscaban algo "serio" pero ninguno aguantaba más de un par de meses.

Y es que viéndolo bien, ¿Quién se iba a encartar con un kit familiar así?, Ella los veía como sus niños, pero ya no lo eran. El mayor, de 20 años, hacía rato se había dejado atrás la infancia y estaba mamado de sus padres de turno. Para el menor, que acababa de cumplir los 13 (edad difícil) todo lo que su "Bro" decía era palabra sagrada, finalmente era su figura paterna, su modelo. Ambos andaban hace rato envueltos en pandillas y drogas, y no cualquier droga: el basuco, el diablo en persona. Ella ni cuenta se daba imbuida en su tarea nocturna de buscar un hombre y formar un "hogar", inconsciente de que ya tenía uno que se estaba deshaciendo, sin percatarse  del infierno en el que sus hijos se iban perdiendo, pichando para seleccionar en una especie de casting interminable al padre perfecto. "Que sea trabajador, que sea simpático, buen mozo, conversador", se decía auto engañándose, sabiendo que el factor primordial, el que a ella la impulsaba a hacer una elección era siempre uno: "Que tenga harta platica y que la afloje fácil".

"Esta fue una buena noche" -dijo al cerrar la puerta del carro. "A este cuchito por lo menos le saco lo de una lipo, ya necesito un retoque" -pensó palpando su culo artificial. Este sujeto, el de turno, por ser casado, no era buen candidato para suplente de los papás de sus hijos, pero algún billetero soltarÍa o serviría de palanca en la empresa para mejorar el sueldo y obtener algunas comisiones por "trabajos" extras.

Ni lo uno ni lo otro.

Una noche el hijo mayor en medio de una mala traba, paniqueado y con la ayuda de un cuchillo de carnicero dio buena cuenta del más reciente aspirante a "padre" que le habían presentado. El viejo acababa de dejar a su mamá cuando se le atravesó al automóvil, el conductor confundido pero confiado abrió la ventanilla para ver lo que quería su "hijastro". No lo dejo ni hablar, se abalanzó con furia y le atravesó el cuchillo por el cuello. Aunque fue en sus narices Ella no oyó ni notó nada raro. Eso era explicable, había llegado borracha, feliz levitando en medio de su propio tufo a Bayleis.

Ignorante del crimen fue hasta la pieza, se quitó su vestido ajustado, su brasier y su calzón de encaje manchado con semen y se tiró desnuda en esa cama doble de cuya resistencia daban fe tantos amantes. Para ella eso era una cuestión de igualdad con los hombres en los asuntos del sexo. Se sentía de avanzada, aunque para la mayoría de la gente era una simple perra, eso rumoraban, eso se comentaba y eso era lo que sus hijos escuchaban.

¿Quién podría juzgarla? Lo hizo su propia prole. Esa misma noche antes de salir del "hogar", los dos hermanos se habían asegurado de dejar abiertas las llaves del gas, la del horno y las de las tres boquillas de la estufa. Dejaron el desenlace, el final de la historia de su madre, al azar: O moría en silencio, tranquila, durmiendo eternamente intoxicada por el gas o moría de una forma ruidosa, escandalosa, llamando la atención de todos, con una gran explosión causada por ella misma al prender su primer Malboro Ice del día, algo más a su estilo.

Ella se quedó dormida por última vez, sin saberlo, mientras sus hijos se iban de putas como un acto solemne en su memoria. Sería una gran farra, una larga noche, financiada por las tarjetas de crédito y a bordo del lujoso auto de su último "papi".

sábado, 23 de mayo de 2015

EXCESOS EN EL AMOR QUE A VECES PASAN




- ¿Por qué tenías que volverte loca? - le cuestionó Él minutos después de amarla, reclamando adolorido en la puerta de la ambulancia que iluminaba la noche con sus sirenas.
- Sólo te amé de la forma que me lo exigías - le contestó Ella, atrapada en una camisa de fuerza hecha a su medida, aún con algunas gotas de sangre asomándose en sus labios.