martes, 13 de agosto de 2013

Yo... Mi Mujer Ideal

Desperté solo, una vez más, aunque a mi lado yacía una mujer. Sólo percibo la soledad. Estoy cansado de lo mismo, una tras otra, relevando siempre a la mujer anterior. Metidos en la misma cama pero con nada en común. Mientras la mujer dormía, pensaba... ¿no habrá en este mundo una mujer que comparta todo conmigo?. Sí, todo en absoluto: mis gustos, mis miedos, mis vicios, mis defectos y virtudes, incluso hasta mis pensamientos.

Envuelto en esa inquietud viví todo aquel día, recordé entonces -casi al atardecer- que hay quienes piensan que interiormente, todos los hombres tienen algo de mujer, una parte femenina. ¿Por qué no? me pregunté. Esa misma noche, lo decidí, conocería mi parte femenina, la invitaría, a ELLA... la que vive en mi.

No fue fácil convencerla, la invité en repetidas ocasiones pero era una mujer difícil, se hacía de rogar. Por fin, días después, aceptó salir de MÍ y hablarme, conocernos mejor. Esa noche, al verla quedé pasmado con su belleza. Sintetizaba todos mis deseos. Alta, esbelta pero voluptuosa, con curvas perfectas, su pelo negro como azul, largo, lacio; rostro angelical: ojos grandes azabaches de mirada inquietante, su boca... bueno su boca no era del otro mundo pero ¿quién pide más?. La recorrí con la mirada, vi directo a sus ojos infinitos que brillaban a pesar de la oscuridad. - Hola, ¿cómo te llamas?, le dije. Entonces ella abrió su boca, no tan perfecta, y respondió: - Hola, soy... (el silencio aumentó el suspenso del momento) ... no sé como me llamo, continuó, -pero soy tú.

Así nos conocimos. al no tener un nombre propio (por ser yo) la llamé Laura –tenía cara de llamarse así-. La relación prosperó, nos conocimos mejor, era mi mujer ideal, como la había soñado, era bella e inteligente, teníamos los mismos gustos, miedos, vicios, defectos y virtudes, incluso pensábamos igual. Era perfecta para mí... era yo.

Pronto, Laura y yo, nos entregamos a una intensa pasión, un amor verdadero. Ella también se enamoró. Compaginamos muy bien, nos comprendíamos sin hablar, bastaba una mirada para saber lo que el otro pensaba, lo que el otro deseaba, lo que cada uno esperaba del otro... de su otro yo. Lo mejor era que siempre coincidíamos, pensábamos lo mismo, deseábamos lo mismo y teníamos las mismas expectativas mutuas... éramos un solo ser.

Por primera vez sentí que hacía el amor con alguien que amaba de verdad. Sencillamente la pareja perfecta.

Todo marchaba bien... éramos felices. Pero pasó lo inesperado. Una noche, como por generación espontánea surgió de mí, de nosotros, otro YO. En poco tiempo, este personaje estaba en nuestras vidas, a Laura no le importó (al fin y al cabo era yo, y claro también era ella), vivíamos bien, aunque me dolía compartirla.

No sé que pasó, ahora nuevamente me siento solo. Laura lo prefiere a ÉL. La entiendo, si fuese mujer también lo habría escogido. ¡Pero no estoy triste!, sea como sea viviremos juntos hasta que nos lleve la muerte, que será por supuesto el mismo día y el mismo instante.

Mientras llega ese momento me complace saber que siempre seremos la pareja perfecta, un solo ser, los tres.