domingo, 6 de abril de 2014

CÁMARAS DE SEGURIDAD, REPORTERAS DE ESTOS TIEMPOS

No sé si ustedes han notado una tendencia que está en boga en los informativos y que cada vez toma más fuerza en la forma de buscar y acceder a las noticias. Varios de los titulares que se refieren a los sucesos considerados como los más importantes del día, tienen como principal fuente y soporte grabaciones de lo ocurrido hechas por cámaras de seguridad. Ojos mecánicos que sin que lo notemos registran la cotidianidad de nuestras vidas y por supuesto captan también los hechos que la alteran y se vuelven noticiosos.


La última noticia que ha acaparado la agenda informativa de estos días en Colombia es la agresión con ácido a una mujer en Bogotá que quedó filmada por una cámara de seguridad. Además en este caso, las grabaciones de estos artefactos ubicados en la zona permitieron a las autoridades rastrear la ruta que tomó el atacante y su captura, de igual manera el material audiovisual se constituyó en prueba dentro del proceso judicial. Pero este es sólo uno de muchos de los acontecimientos recientes que se volvieron noticia gracias a la grabación casual de un aparato instalado en principio para vigilar y no para informar.

Casos como el del agente de la DEA que fue víctima del “paseo millonario”, el atentado contra el ex ministro Fernando Londoño, los colados en Transmilenio e incontables robos y asaltos en establecimientos cerrados o en plena vía pública son otros de los ejemplos en los que las cámaras de seguridad se convierten en fuentes, en testigos e informantes y en cierta forma en reporteras de la realidad.
 
Pienso que como están las cosas es totalmente viable hacer un programa informativo en televisión usando este único recurso, sin más reporteros que las cámaras de seguridad, con un presentador que se limite a dar paso a cada video, sin mayor análisis, entregando las imágenes a la audiencia sin intermediaciones.
El éxito del formato está garantizado gracias al morbo propio de la naturaleza humana, por esa curiosidad que despierta observar la vida de otros ciudadanos de a pie que se convierten muchas veces sin quererlo en protagonistas de la noticia y ven expuestas sus vidas como mercancía, ante la gran demanda de la audiencia, como sucede en los reallities. Y es que las ciudades poco a poco se han ido convirtiendo en eso, en una especie de set gigante de reallity show, un espacio cada vez más amplio en extensión donde  contradictoriamente el ámbito de lo privado es cada vez más reducido. Es imposible evitar la referencia a George Orwell y su 1984, el dominio del  Gran Hermano se concreta en nuestra sociedad tres décadas después.

Detrás de todo esto subyace el interminable debate sobre si la seguridad debe primar sobre la intimidad, de igual forma –sobre todo por el uso dado a estas grabaciones por los medios de comunicación- está la contradicción entre el derecho a la información y el respeto a la vida privada.

 
Como en tiempos de la revolución industrial las máquinas ejercen funciones desempeñadas por humanos y esta circunstancia más que una amenaza debe tomarse como un reto en cada campo profesional. El uso (y a veces abuso) del material obtenido de cámaras de seguridad va modificando los modos de hacer periodismo.

Creo que como comunicadores lo mejor es ver a estos aparatos como lo que son: herramientas muy útiles y no el reemplazo de otras fuentes, ni la excusa para la ausencia de la contextualización y el análisis que requiere la información de calidad. Que no les pase a los reporteros lo que les pasó a los agentes de tránsito en algunas ciudades en donde las multas son impuestas ahora por cámaras de seguridad, por esos ojos mecánicos imperceptibles que registran cada segundo de estos tiempos.