jueves, 29 de abril de 2010

NO TODO SALIÓ COMO PENSABA (Encuentro con Vallejo en Buenos Aires)


No todo salió como esperaba. Aunque eso no quiere decir que salió mal. Sólo fui una voz en off mientras cientos de personas ingresaban a la sala J Hernández, la principal de la Feria Del Libro de Buenos Aires. Tres años en tierras argentinas y ni puta idea de quién es ese man. Y claro, así tenía que ser. Quién querría ver a este pobre aprendiz cuando el gran provocador, el marica más marica de Colombia, ese que se jacta de comerse muchachitos de doce años, que se caga en todos y en todo, iba a empezar su charla.

Así fue. Llegué perfumado y emperifollado, con mi guayabera y mis mechas agarradas en una media cola, para que nadie me viera. Leí por un micrófono, a un lado del sonidista que prestaba más atención a su consola que a las frases que fluían de mi boca. Igual eso no me importó. La lectura más importante ya la había hecho al medio día, a vos, a quien se lo merece. Los otros que se esperen, que cuando escriba más e invente un personaje mejor construido que Vallejo seré yo el que esté montado en el gran escenario y será otro el hijueputica que lee en la sombra. Igual leí con el alma, le puse corazón (igual que cuando los escribí). Leí pensando en vos.

Al terminar de leer Pensamientos Inútiles ya la sala estaba llena, ya el inútil no importaba, pensé. No sé cuanta gente había. Mucha, eso sí. De esos a algunos habrán oído un par de líneas, otros muy pocos un cuento completo, a un par tal vez les haya llegado el mensaje. Con tal que le llegue a quien yo quiero, el resto que se joda.

Cuando ya me iba, sin ni siquiera darme cuenta, estaba frente del Monstruo, no era tan alto como lo había visto en Cartagena, de pronto el ego argentino hace ver más pequeña a la gente. Él se acercó a mí. Se quedó viéndome y habló con su voz fina y pausada. No me insultó ni denigró de mis escritos, ni siquiera me pidió un polvo, seguro a mis 34 ya no estoy entre sus gustos, me habló el Fernando de verdad, el amante de los animales. Tal vez fue por eso, me vio ahí, indefenso, humillado, golpeado en mi amor propio, usado, como hace el hombre con los animales a quién él define como su prójimo. -“Sólo puede ser un gran escritor el que tiene el alma grande”, me dijo.

Luego subió al escenario, a la mesa principal donde estaba exhibida su última novela, El Don de la Vida. Volvió a ser el hijueputa de siempre. Habló mal de las religiones, de Borges, de Gabo, dijo que no le importaba la literatura ni los libros, que al cine no iba hacía 20 años, que su más grande amor había sido Bruja, su perra. Desdeñó de los pobres, de su forma de procrearse, de la sobrepoblación. Despotricó como de costumbre. También, como de costumbre, no faltó el ignorante que al terminar la conversación, alzó la mano entre el público, y con un hediondo acento caleño preguntó por qué se repetía tanto. “¿Por qué siempre es la misma carreta?.” Ahí se despachó Vallejo, y es fácil hacerlo cuando hay tanta gente sin neuronas que da pie para ello. Vinieron dos o tres preguntas más y luego los aplausos.

Los flashes que no pararon en toda la charla siguieron con más intensidad, “me dan más importancia de la que yo me doy”, dijo con una timidez que nunca sabré si es fingida y que sólo logramos oír los que estábamos cerca. Me dieron primera fila, por lo menos, junto a los burócratas de la Embajada que ocupa un periodista de bolsillo del pelele Uribe Vélez, tirano de mierda, pero bueno fue un buen pago por hablar siempre bien de la dictadura en RCN. Pensé que ese era todo el pago que tendría. No fue así. Alguien de Alfaguara me dijo que fuera hasta su stand. Caminé hasta allí junto al escritor maldito, bueno, primero atrás como una mascota, hasta que él, quizás otra vez movido por su compasión hacia los animales, me hizo una señal con la mano. Me entregó su libro, firmado con un escueto Fernando Vallejo. “No vuelvas a escribir en tercera persona” me dijo dándome ese consejo como el mejor pago de la noche.

Salí de la Rural, contento, tomé la Av. Sarmiento hasta Plaza Italia y luego Santa Fe para ir hasta mi diminuta casa de 6 metros cuadrados (incluidos baño y cocina) donde tu recuerdo y mi presencia llenan por completo el lugar. Llegando a la esquina de Scalabrini Ortiz vi una imagen habitual: dos cartoneros recogían los montones de basura que día a día arroja Palermo. Los pobres recogiendo la mierda de los ricos. Junto a ellos había dos perros, aún más flacos y malolientes que sus dueños. No lo pensé mucho y fui hasta un restaurante cercano, compré dos docenas de empanadas con la plata que tenía destinada a comprar el libro que me salió gratis y me senté en la calle a compartir con los caninos. Así pensé que compensaba en parte el gesto que tuvo Vallejo con este pobre animal literario.

4 comentarios:

  1. Cada vez me dejas boquiabierto, tus escritos son maravillosos, te agradezco por compartir tus escritos y tus experiencias conmigo.

    te envio un abrazo. amigo mio.

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  2. Vallejo da sus últimos respiros rosa antes de la inminente fosilización

    conozco muchos hijueputicas que leen en la sombra y se me antojan mucho más atractivos que los snobs que leen con megáfono su verborrea barata

    mi amigo Tirso
    gracias por estar

    un abrazo

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  3. Viejo, está bien bacano tu blog.
    saludos!

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  4. contesta ...tirso ...porque tanta escritura de todos los escritores de este puto mundo....si solo fueran sencillos en sus frases directos en su mensaje ,,sin tanto floro,,,,porque putos no son asii todos ustedes ..

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