Fui el único que conmemoró el 4/20 en Yacuanquer. Es un pueblo pequeño y a nadie pareció importarle pero igual marché orgulloso, sacando pecho y con la frente en alto.
Sólo mis perros -siempre solidarios- me acompañaron, siguiéndome a mí y a las mágicas volutas de humo como hipnotizados, en una extraña versión psicodélica del Flautista de Hamelin.
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